Gracias por la foto a: Diego Salerno (Buenos Aires)
No sé si fue más o menos importante para la Historia Argentina. Sé que sus editores a cada minuto arriesgábamos nuestras vidas para hacerla. Y que la experiencia valió la pena.
Julio Carreras
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A las 3 de la madrugada del sábado 13 de octubre de 1973, Julio escuchó ruidos sospechosos en el exterior. Tenía sueño liviano, por eso, aunque la actividad de aquella semana había sido agotadora, se despertó. Nelso roncaba suavemente en la otra cama. Sea porque los que intentaban entrar se impacientaron, sea porque los cortinados de madera fuesen demasiado resistentes, comenzó a escucharse un estruendo. Lograron aflojar la oposición de la cortina, al fin y Julio oyó cómo ingresaban, tropezándose con los muebles de la oficina donde funcionaba la Dirección. En la otra habitación, antes de la que ocupaban Nelso y Julio, dormía Rodolfo Mattarollo.
Julio acarició la escopeta de caza que tenía bajo su cama. En tres segundos decidió no tomarla. Si era un comando de las AAA, venían con metralletas e Itakas. Antes de que Julio cambiara el cartucho su cuerpo iba a quedar despedazado. Como estaba, en calzoncillos y descalzo, se levantó. Al llegar al pasillo, entre el escritorio de Recepción y el baño, un objeto metálico surgió de las sombras apoyándose con brusquedad en su frente.
-¡Prendé la luz! ¡Prendé la luz!-oyó que le gritaban. Con calma, levantó la mano lentamente y oprimió la llave. Una luz blanca mostró por completo la escena: cinco o seis tipos armados, detrás del rubio, grandote, cuya pistola 45 temblaba sobre la frente de Julio. El que le apuntaba venía muy nervioso y vociferaba, como drogado:
-¡Hijo de Puta! ¡Quién sós!¡Cuántos son! ¡Dónde están los otros!
-Soy santiagueño, empleado. Ahora están sólo dos de mis compañeros, duermen -respondió Julio con la misma deliberada calma usada en su infancia para apaciguar un perro en ataque.
-Esposenló-ordenó el rubio y se metió, junto con dos más, en las habitaciones.
-¿Quiénes son ustedes?-preguntó el santiagueño al que le colocaba las esposas. Era un gordo, cincuentón, parecía tranquilo.
-Policía-, escuchó. Tuvo la leve intuición de que era cierto. O tal vez quiso creerlo: El 29 de junio de 1973, Eduardo Jiménez, militante del PRT, había sido asesinado en Córdoba. Sólo estaba pegando afiches, junto a otros compañeros. Cuando lo hallaron, tenía un tiro en la frente y moretones de golpes por todo el cuerpo. El ERP consideró que era responsabilidad de las AAA y la policía cordobesa. Por ello, levantó la tregua pactada un par de meses atrás con el presidente Cámpora.
Luego de eso, se habían multiplicado los muertos. Algunos cadáveres aparecían acribillados, con una soga al cuello y torpes mensajes redactados a máquina. Donde se informaba que la "Alianza Anticomunista Argentina", estaba dispuesta a terminar con todos "los zurdos, sinarquistas y apátridas" de la Argentina.
Comoquiera que fuese, si iban a matarlos, era mejor que lo hicieran después. Y al menos simularan una detención.
Vio salir a Matarollo tapándose con una colcha. Julio oía cómo maltrataban a Nelso por su demora en alistarse. En la infancia había padecido parálisis de sus piernas. Necesitaba, ahora, calzarse una compleja estructura metálica para poder caminar.
Esta vez salieron por la puerta. Julio entregó la llave al rubio gritón -décadas después sabría que se trataba del oficial Romero, de la D2 cordobesa-, al salir vio que habían estacionado como cinco vehículos. En la esquina, cortaba la calle un patrullero.
Fue, realmente, una detención. Que iba a durar justamente una semana. Durante toda la anterior, había tenido lugar en Córdoba un encuentro de Periodismo Internacional. Organizado por el Centro de Estudiantes y la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad, se habían efectuado actos celebratorios -entre ellos un multitudinario homenaje al Ché Guevara, otro multitudinario repudio al reciente golpe de Pinochet en Chile-, conferencias, debates, seminarios, en la Facultad de Ciencias de Comunicación, el sindicato de Luz y Fuerza -entonces conducido por Agustín Tosco- y otros ámbitos estudiantiles u obreros de Córdoba.
Matarollo había venido desde Buenos Aires para participar del panel de cierre en el Sindicato de Luz y Fuerza. El abogado era por entonces un miembro destacado de la intelectualidad del PRT-ERP. Y director de su publicación legal Nuevo Hombre. Julio había sido designado por la revista Posición para formar parte de la Coordinación del Encuentro, junto a periodistas de La Voz del Interior, diario El Mundo, diario Córdoba, revista Patria Nueva, revista América Latina, y otras varias publicaciones de entonces. También formaban parte de ese equipo coordinador sindicalistas de Perkins, Luz y Fuerza, Smata, la CGT y otros.
Sin embargo, cuando ya en el siniestro edificio del pasaje Santa Catalina el rubio gritón le preguntó "¡¿Y qué hacés vos en la revista?!", Julio, mansamente y mirándolo rectamente a los ojos, contestó:
-Tipeo los artículos, llevo y traigo las resmas de papel para la imprenta, me ocupo de empaquetar y cargar las revistas para enviar a las diferentes provincias, llevo los paquetes a las distribuidoras...
-¿Cuánto te pagan?
-Ciento veinte... *
-¡Una miseria! ¡te explotan estos culiaos!...
El santiagueño bajó la cabeza, sin contestar.
-Te hubieras quedado en tu provincia, chango-le aconsejó entonces el gritón -¡No te va a ir bien, con estos zurdos!...
-Escasea el trabajo en mi provincia... -murmuró, con aire resignado, Julio.
En realidad el trato de los policías a los tres detenidos no fue tan malo, considerando lo que vendría muy pronto. Solamente Matarollo fue, en varias ocasiones, hostigado... principalmente -pensó Julio- por el talante doctoral con que se expresaba y su condición de porteño.
En tanto, el Juzgado de Instrucción de 9ª Nominación, llenaría expedientes acusando a Rodolfo Matarollo, Nelso Del Vecchio y Julio Carreras por "Atentar contra el orden público". Se habían movilizado miles de jóvenes, estudiantes, obreros, algunos campesinos, viajando desde otras provincias, para participar del Congreso Internacional de Periodismo. Habían venido periodistas de todo el país, de Francia, Rusia, Cuba, Vietnam... Eso había "alterado" un "orden público" pretendidamente sostenido por fuerzas que aún se manejaban sigilosamente y en la semipenumbra de los despachos judiciales, policiales o militares.
Porque, públicamente, la provincia estaba gobernada por la izquierda, conducida entonces por los peronistas Obregón Cano y Atilio López. Circunstancia "anómala" que -pocos meses después- sería "rectificada", con la venia encubierta de Perón, por un levantamiento policial-militar-parapolicial, de ultraderecha.
* 120 pesos Ley 18.188 equivalían a doce mil de 1983, momento en que se convirtió la moneda para controlar la inflación.
2
La revista Posición se editó en Córdoba, quincenalmente. Tiraba cinco mil ejemplares y saldría entre los meses de diciembre de 1972 y julio de 1974. Algunos militantes decían que había sido idea personal de Mario Roberto Santucho y, en la estructura jerárquica del PRT, dependía directamente de su hermano, Francisco René. Por entonces Responsable de Cultura y Propaganda en el Comité Central del PRT-ERP.
Sin embargo, dada la escrupulosa atención a "los mandos naturales" que cultivaba el PRT, para cuestiones prácticas dependía en los hechos del responsable general en Córdoba, a quien llamaban "El Negro Mauro".
Debo consignar esta información como trascendidos, pues en aquél periodo cada militante debía conocer lo menos posible. Cada dato ignorado era información que seguramente no lograrían arrancarle los represores, aunque lo torturasen hasta morir. Así de simple. Esas eran las normas que entonces nos regían. Entonces, si un compañero nuevo llegaba y se presentaba:
-Me llamo Fernando, soy entrerriano-, había que creerle, aunque tuviese tonada tucumana o extranjera. Y grabarse en la mente sólo esa información, la que el compañero había dado.
Es curioso -o tal vez no tanto-: muchas de las cuestiones que se debaten hoy sobre "periodismo militante" o "periodismo objetivo" eran las que se debatían, también, pública y masivamente entonces. De hecho, recuerdo que en el cierre del Congreso Internacional de Periodistas, ante un inmenso público colmando totalmente el gran salón del Sindicato de Luz y Fuerza de Córdoba, Matarollo defendió la tesis de que "los periodistas debíamos intentar que subiera la conciencia de las masas, para comprender las cuestiones complejas (por ejemplo, sobre Política Social, Historia o Economía)" y no "rebajar nuestro discurso a niveles demagógicos o frivolizándolo, para obtener la simpatía masiva de los menos capacitados".
Narraré de Posición lo que sé.
Su antecedente inmediato había sido "Zona", revista editada en Oncativo por Nelso Del Vecchio y Ernesto Pettigiani. Pettigiani era psiquiatra, director del Hospital de Oliva, por entonces uno de los más prestigiosos en aquella provincia. Una de sus primeras acciones "empresarias" había sido comprar la imprenta de Oncativo -propiedad hasta entonces de una familia Díaz-, sólo con el propósito de salvarla de la quiebra. No sólo compraron las máquinas y el local, sino conservaron al señor Díaz -un sesentón-, con su hijo y su hija veinteañaros, como empleados. Una medida por demás sensata -además de generosa-, puesto que los tres conocían al dedillo los complejos mecanismos técnicos con que entonces se imprimía.
Cuando ingresé al equipo -mediados de 1973- la imprenta aún estaba en Oncativo. Se editaba con grandes máquinas de hierro y acero, usando cobre, plomo, bronce y madera en el proceso. Además de ácidos u otros elementos químicos para grabar figuras o letras especiales. Una gigantesca impresora de tipos móviles ocupaba la mayor sala, luego del pequeño vestíbulo, que oficiaba de recepción. En la habitación siguiente, se levantaba una gran linotipo. En otra, las mesas de armado, la biblioteca de tipos metálicos, la gran guillotina.
Se trabajaba así:
Todos los textos para llenar las entre 60 y 80 páginas de la revista, debía llevarse tipeada con máquina de escribir sobre papel oficio. Estos eran tipeados, nuevamente, con la linotipo. Máquina que funcionaba a calor, fundiendo en pequeñas tiras de plomo -del ancho de las columnas-, las líneas de texto y apilándolas ordenadamente.
Los títulos eran armados a mano por el señor Díaz y su hijo, usando tipos de bronce, que iban extrayendo de numerosas cajas de madera. En la misma sala de linotipo había, contra la pared numerosos estantes, donde se ordenaban, como en una biblioteca, aquellas cajas con tipos móviles, de acuerdo con su forma y tamaños.
Las fotografías solían grabarse a fuego sobre una plancha de cobre, por medio de otra máquina. Que con pequeños puntos, reproducía la imagen tomada del original sobre la plancha. Luego el artesano calzaba y fijaba con cola de brea esa reproducción, sobre un taco demadera, para darle la misma altura de los textos en linotipo.
Todo eso era armado, como un rompecabezas, dentro de un marco ajustable de acero. El cual, por medio de pernos, se atornillaba a su vez a las otras páginas metálicas, para configurar la superficie de impresión completa.
Aquella máquina podía imprimir 16 páginas juntas, sobre una cara del papel. Por ello, se la cargaba con las resmas más grandes, de la cual nuestra imprenta debía estar constantemente provista.
Al imprimir la segunda cara, debía activarse la dobladora, otra máquina que teníamos adosada a la impresora. Automáticamente, iban saliendo los pliegos.
El trabajo final, era ordenar manualmente los cuatro o cinco pliegos -de acuerdo con la cantidad de páginas impresas-, abrocharlos ("a caballo", se decía, por el aspecto de la máquina que lo efectuaba). Una vez abrochados los pliegos, llegaba la etapa de guillotinar. Cosa que se hacía de a cien o más ejemplares por vez, cortando prolijamente los bordes de arriba, abajo y el frente a las revistas. Con lo cual quedaba lista para leerla.
3
En sus primeros números -si mal no recuerdo hasta el 5 o 6-, Posición publicaba los nombres de quienes integraban su equipo periodístico. Y los colaboradores solíamos firmar nuestros artículos o comentarios.
Esto fue cambiando, con las diferentes interpretaciones de su rol por la conducción partidaria. Y de acuerdo, también, con el aumento de la represión. En sus números finales, se había llevado a una de las últimas páginas interiores las especificaciones legales de la revista y figuraban únicamente el director y sub director.
En los primeros números, como decía, junto al Editorial campeaban, pues, los datos siguientes:
Propósito:
Llegar a todos los sectores de la población, en forma directa, incursionando en todos los temas de interés general, pero con claro y definido sentido social.
Director: Eugenio Pettigiani; Co-Director, Nelso Del Vecchio; Secretaria de Redacción: Silvia Pettigiani. Diagramación: Nolberto Torri. Redactores: Dr. Héctor A. Ferrari, Manuel Rodríguez, Ricardo Césari, Antonio Loos, Hugo Echalar, Roberto Campbell, Jorge Márquez, Enrique Torres. Relaciones Públicas: Sara Tahan. Colaboradores: Agustín Tosco, René Salamanca, Atilio López, Manuel Gaggero, Roberto Reyna, Carlos Enrique Bischoff, Padre Miguel Ramondetti. Corresponsales en Tucumán, Rosario, Santa Fe, El Chaco, Santiago del Estero, Salta, Jujuy, La Paz (Bolivia), San Luis, San Juan, La Rioja. Agencias Prensa Argentina y AGS (Agencia Noticiera Sindical).
Suscripciones: Rioja 338, Of. 3. Redacción: Brasil 670, Bº Güemes, Tel. 34157. Distribuidores en S.R.L. En el Interior: DAESA.
Luego de la quijotada periodística que intentaran durante 1972 Nelso Del Vecchio y el Dr. Pettigiani, Posición pasó a ser -al menos en su propósito- "vocero legal del FAS".
Y qué era el FAS. Una amalgama popular, nacido hacia fines de ese mismo año, cuyo nombre desplegado decía "Frente Antiimperialista y por el Socialismo".
Integraban el Frente los siguientes grupos políticos: Comandos Populares de Liberación, Partido El Obrero, Fuerzas Armadas de Liberación "América Latina" y "Ché Guevara" (una escisión de la anterior), Peronismo de Base, Frente Revolucionario Peronista, Columna Sabino Navarro de Montoneros, Espartaco (grupo universitario), Movimiento Sindical de Base, Comisiones Sindicales internas de Luz y Fuerza, Perkins, Fiat, Smata y otras fábricas metalúrgicas. Ligas Agrarias de El Chaco. Sindicatos de trabajadores de los Ingenios Azucareros, en Tucumán. Comisiones Vecinales, y otros grupos comunitarios de diferentes provincias. El PRT, por ser la fuerza política más numerosa y organizada, constituyó, también, su núcleo hegemónico. Otro factor -seguramente decisivo- para el establecimiento firme de dicha hegemonía ideológica, lo constituía el hecho de que todos sus enormes gastos a nivel nacional estaban financiados por esta fuerza.
Cuando el partido decidió dar impulso a esta organización legal, pues, determinó también que sus expresiones de difusión periodística serían tres publicaciones: Nuevo Hombre (quincenal, desde Buenos Aires), Patria Nueva (quincenal, Córdoba) y Posición (quincenal, Córdoba). Además del instrumento más periodísticamente eficaz con que se contó: El Mundo, un diario distribuido con gran éxito por todo el país, desde Buenos Aires. Pero que sólo alcanzó a durar menos de un año. Entre otras "sugerencias" el mismísimo Perón amenazó a una de sus jóvenes periodistas -Ana Guzzetti- con acciones judiciales, por una pregunta que le hizo. La Triple A hizo volar con una poderosa bomba su redacción, en 1974. Y la Policía Federal secuestró en dos oportunidades su edición completa de 100.000 ejemplares.
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René Salamanca era un talentoso dirigente sindical cordobés. Secretario del SMATA, el más poderoso gremio de los obreros metalúrgicos de Córdoba, junto a la UOM. Mientras la UOM estaba conducida por sectores de la derecha peronista, el SMATA de Salamanca solía alinearse con los sectores revolucionarios. Aunque no aprobaba la lucha guerrillera. Pese a ello, tenía buenos tratos con Posición, donde solíamos publicar constantemente sus opiniones (a veces, para no malquistarse con su propio partido, el PCR, enviada con intermediarios y firmada por algún miembro de su equipo de prensa).
En la foto, una página de publicidad para la revista cordobesa de humor Hortensia.
Los gremios importantes solían convocar manifestaciones de cinco mil personas con sólo un chasquear los dedos sus dirigentes. Se vivía un fervor revolucionario y reivindicativo, en aquella primavera democrática. La inmensa mayoría de las sociedades argentinas sentían ese cosquilleo magnífico de estar construyendo algo nuevo. Después de haber derrotado a las ominosas potencias de lo viejo, encarnadas desde 1955 hasta 1973 por los militares, los políticos "liberales" (oligárquicos), "nacionalistas" (fascistas) o "cristianos" (católicos preconciliares) que les daban sustento.
A pesar de la juventud de nuestros dirigentes -promedio de 30 años-, el PRT llevó en Córdoba una buena "política de alianzas". Lo hizo a través de organizaciones frentistas, como el ya mencionado FAS o el MSC (Movimiento Sindical Combativo). Bajo el cordial apoyo estructural de Agustín Tosco y el talento organizativo del "Negro" Gregorio Flores (SITRAC-SITRAM), Salamanca ingresó a la red de contactos vitales con que se manejó nuestra organización en todos los campos en aquel periodo. Desde la acción guerrillera hasta la propagandística o territorial.
Esta formidable máquina movilizadora comenzó a agrietarse y dividirse después del "Navarrazo" (golpe policial-militar que derribaría a Obregón Cano). Pues la Triple A (que en Córdoba iba a cometer sus crímenes bajo el nombre de "Comando Libertadores de América), pasó a una ofensiva sangrienta y meticulosa. Cada día eran hallados en baldíos o basurales cuatro, cinco o seis cadáveres. Mayormente de jóvenes, torturados, acribillados a balazos, a veces con algunos de sus miembros seccionados. Eran dirigentes o militantes estudiantiles, gremiales, representantes de movimientos vecinales.
En Estados Unidos comenzaron a aparecer filmaciones de algunos de estos asesinatos. Una organización de Derechos Humanos denunció que en cines pornográficos, se proyectaban películas caseras argentinas... Mostrando violaciones de jóvenes y en algunos casos su descuartizamiento frente a las cámaras... Personas que habían sido secuestradas por la Triple A. Algunos de sus perversos miembros había atado un convenio, al parecer, con empresas siniestras que se ocupaban de dicho tráfico execrable.
Tal realidad determinó que muchas de las organizaciones que no estuvieron nunca de acuerdo con las guerrillas, manifestaran públicamente sus diferencias. Y para acentuarlas se alejaran de los ámbitos otrora compartidos.
Fue el caso de Salamanca. Desde 1974, se apartó de los grupos sindicales pro guerrilleros. Y comenzó a denunciar los preparativos militares para derrocar al gobierno a través de un golpe de Estado. Llamó a defender el gobierno de María Estela Martínez de Perón "con el pueblo en las calles". Pese a esto el poderoso SMATA Córdoba fue intervenido por su Secretario Nacional, el peronista de derecha José Rodríguez. René Salamanca, ya a la defensiva, tuvo que pasar a la clandestinidad. Desde allí hizo públicas dos cartas, llamando a unir fuerzas contra el golpe. Vienen "para voltear las chimeneas" de las fábricas, afirmaba en dichos documentos, distribuidos clandestinamente: "tras de los milicos, operan sectores prorrusos y proyanquis", denunció.
Ninguna de estas acciones ni su fuerte organización sindical pudieron salvar su vida, de apenas 36 años de edad. Fue uno de los primeros desaparecidos en dictadura, secuestrado la misma madrugada del 24 de marzo de 1976.
5
Al ser interrogado en la D2 Julio había dicho parte de la verdad. Realmente hacía aquellas tareas en Posición. Y cobraba ese sueldo. No era cierto, en cambio, que escasearan puestos para él en Santiago. Antes de venir a Córdoba trabajaba como diagramador en la Imprenta Libertad, de Isaac Perelmuter. La primera en incorporar el offset a su tecnología. Y ganaba más del doble. Por menos de la mitad de las horas que dedicaba a su actividad en Posición.
Pues tampoco había dicho que, además de cargar y descargar resmas, manejar la camioneta para llevarlas a la imprenta de Oncativo y tipear, Julio redactaba extensos artículos, corregía los textos de todos, controlaba el tipeado en linotipo, vigilaba el armado de las páginas antes de la impresión.
El trabajo de Posición no era sólo editorial, por cierto. Tres o cuatro veces por semana debían participar en las reuniones de los equipos de Prensa o Vecinales del FAS. Para quienes Posición imprimía boletines, folletos, volantes, etcétera. Que generalmente solían caer sobre la gran mesa de dibujo que durante 12 horas por día, al menos, utilizaba Julio.
¿Por que había desechado un trabajo tranquilo, donde cumplía relativamente su vocación de dibujante, mejor pagado y sin el menor riesgo? Incluso más: su tío, Agustín Carreras, diputado peronista, había obtenido su designación en la imprenta de la Legislatura, con un salario aún superior. Su padre, por otra parte, había logrado, asimismo, que le otorgaran un puesto en Radio Nacional. Al optar por trasladarse a Córdoba, Julio desdeñó todo ello. Para quienes lo miraban desde fuera, parecía "cosa de locos".
No era el único que había elegido esta aventura, sin embargo. El "Pata" -un gringuito simpático, estudiante universitario, que había venido desde Corrientes-, Alicia Wieland, Ana, el "Negro" Laje (arquitecto) y decenas, cientos de jóvenes de las clases medias o altas, agraciados, talentosos, inteligentes, sin necesidad aparente de arriesgar sus vidas por esta causa, lo hacían.
Qué buscaban con ello. Sin duda en cada caso habrían influido diversas razones psicológicas. Esencialmente los unía, en su vertiginoso empeño, la idea de alumbrar un mundo nuevo. Donde no hubiera niños pobres hurgando basurales para poder comer. Donde cada ser humano tuviese un nombre digno y profesión vocacional. Un mundo sin violencia: de armonía, paz, igualdad para todos.
Algunos pocos eran cristianos, la mayoría se declaraban ateos. Aunque no solía tocarse este tema, para evitar discusiones. Todos eran, pese a ello, extraordinariamente parecidos en su conducta y su ética a personajes caballerescos que podríamos hallar en novelas medievales como Policisne de Boecia, o Los Cuentos del Grial.
Una mañana se sorprendió, al ingresar temprano a la Redacción de la revista Mariano Llórens. Era un joven más o menos de su edad -22, 23 quizá-, que había tratado superficialmente en ámbitos aristocráticos durante su adolescencia, en Santiago. Impecable en su traje oscuro, peinado a la gomina, perfumado, lo hizo sentirse incómodo: por entonces, Julio adoptaba el porte de la mayoría de los militantes. Esto es, camisa obrera (de Grafa), vaqueros viejos y sucios, borceguíes. Llorens era delgado y buen mozo; lo saludó apenas denotando familiaridad. Y Julio no quiso preguntarle nada. Cuando se fue, luego de reunirse por una media hora con dos o tres compañeros que también habían acudido, Nelso le preguntó:
-¿Conocías al compañero?...
-Sí...-contestó Julio.
-Bueno: tratá de olvidar sus datos. Es un excelente cuadro del Partido. Pero debe ir vestido así pues está inserto en niveles empresariales. Donde cumple tareas importantes para la Revolución.
En el caso de Julio, desde mediados de 1972 se desempeñaba como corresponsal, en Santiago, del periódico Nuevo Hombre, que dirigía Silvio Frondizi. En diciembre de ese año, recibió por correo el primer número de Posición. Junto a una carta formal, redactada con máquina de escribir, donde se lo invitaba a ser su corresponsal.
El segundo número publicó un extenso artículo suyo: "Santiago del Estero: La Madre Violada". Donde historiaba la destrucción de la cultura aborigen por los conquistadores españoles. Y el posterior hundimiento de la provincia por la descendencia cada vez más inútil y parasitaria de sus "hidalgos". Sostenía como corolario lo que ya entonces, a sus veintidos años, creía: el único camino para salir de la miserable pobreza en la que se debatía un pueblo postergado de un territorio rico en recursos naturales, era el socialismo.
Por el mismo medio en que había sido invitado, antes, a actuar como corresponsal de Nuevo Hombre -un misterioso mensaje sin remitente ni firma-, le llegó la propuesta de trasladarse a Córdoba para integrarse plenamente a la editorial.
Gilda -dueña de la Librería Dimensión y esposa de Francisco René Santucho-, le dijo una tarde, en junio de 1973:
-Una persona que me pidió reserva dejó este sobre para vos.
Aunque pueda parecer obvio relacionar esta circunstancia con el marido de Gilda, quien había estado preso y vivía en la clandestinidad, Julio no lo hizo. No imaginó que un dirigente nacional del PRT se dignase a escribirle. Más bien pensó en algún militante regional, que lo conocía a través de su reciente acercamiento a este grupo político.
Proveniente del peronismo más rancio -su abuelo, comisario de Policía, germanófilo, había sido uno de los primeros peronistas de Santiago-, Julio había venido procesando largamente, desde sus dieciocho años, una mentalidad socialista. Julio había venido procesando largamente, desde sus dieciocho años, una mentalidad socialista. Derivada de su anterior militancia en la Acción Católica. Y su interpretación de la comunidad cristiana de San Pedro y San Pablo, como el primer y único socialismo real en este mundo. También concluyó que el único camino para lograrlo era profundizar la lucha guerrillera. Que había obtenido por aquellos años un formidable triunfo -junto a un pueblo movilizado- al obligar a la dictadura militar a abrir una etapa democrática. En abril de 1973 aceptó integrarse a una célula del PRT-ERP, invitado por Mario Giribaldi. Junto a ellos, militaban la novia de Mario y María Rosa Di Chiara. Mario era el "responsable político" y por lo tanto enlace con el Partido. Quizá sólo por haber sido jugador de rugby y haber hecho "la colimba", Julio fue designado "responsable militar". En el escaso periodo que duró esta célula lo único que hicieron como tales fue leer El Estado y la Revolución, de Lenin. Y una sola vez, con la ausencia de la novia de Mario, organizar una sesión de gimnasia en el Parque.
Por otra parte se había venido reuniendo regularmente con otro equipo, espontáneo, formado por Clara Ledesma Medina, Tito Galván, Lucky Gómez y Chupo Ledesma. También leían, sistemáticamente, libros y revistas revolucionarios. Durante todo el año anterior, habían participado por su cuenta de numerosas movilizaciones: universitarias, barriales. Habían organizado el Primer Recital de Música Contemporánea en la biblioteca Francisco de Aguirre. Habían fundado el Grupo SER, con el cual editaron dos números de una revista. Convocaban, periódicamente, a reuniones más o menos masivas donde promovían el socialismo. Etcétera.
Todo ello le hizo pensar a Julio que el nexo con Posición había seguido "canales orgánicos". Es decir, que un compañero de la estructura local, había observado desde las sombras su actividad y había decidido invitarlo. No era del todo así. Mas esto lo sabría recién algún tiempo más tarde.
De momento, la carta, redactada con máquina de escribir y tono sobrio, decía nuclearmente lo que sigue:
"Por decisión del Comité Central entramos en un proceso de profesionalización de nuestra Prensa Partidaria". Debido a ello y "conociendo el desempeño" de Julio, se le proponía trabajar ya no como corresponsal esporádico, sino integrarse al Equipo de Redacción de la revista, en Córdoba.
6
Hugo "Bigote" Colautti habia solicitado su retiro del Ejército por una "crisis de identidad". Inmediatamente pasó a formar parte de una comunidad de hippies. Hasta que se relacionó con militantes del PRT y decidió cortarse el pelo, vestirse de fajina, regresar al combate. Esta vez para derribar a las fuerzas pro imperialistas e implantar la justicia y el socialismo en la Patria. Sustituyó entonces el uniforme militar por un mameluco de obrero. Grandote, buen mozo, de talante muy amable, era uno de los responsables del PRT en Córdoba cuando ingresé a Posición. Cada tanto venía a visitarnos. Participaba en las reuniones donde se aprobaba el temario para las ediciones de la revista. *
Ese mismo grupo, más tarde, revisaba escrupulosamente los artículos, antes de su publicación. Lo integraban miembros de la dirección del PRT, junto a representantes de cada fuerza que constituía el FAS. A algunos de ellos los conocíamos sólo por seudónimos, de otros sabíamos sus apellidos o incluso el nombre completo. Además de Bigote, por el PRT, habitualmente participaban "El Vasco" Orzaocoa y César Argañarás con "La Negra", su esposa. (Que no era negra, como frecuentemente sucedía, en esos tiempos que por una opción identitaria cultural, todos ansiaban haber sido de tez oscura, aborígenes u obreros). Junto a ellos, un rubio de apellido Bischoff, que representaba a las Fuerzas Armadas de Liberación (FAL) "Fraccción Ché Guevara", "El Gordo" Greco, también por las FAL, pero de su fracción "América Latina". Roberto Reyna, periodista del diario Córdoba, por los CPL (Comandos Populares de Liberación). Otra "Negra" por la "Columna Sabino Navarro" de Montoneros. El Zorro, del Partido El Obrero (1). Roberto Campbell, por el Movimiento Sindical Combativo. El "Negro" Flores, de SITRAC-SITRAM. El "Negro" Villa, por el Sindicato de Perkins. "Chacho", del Frente Revolucionario Peronista. En fin, un grupo de "notables", de número variable aunque por lo general no menos de diez personas, solía reunirse antes de cada publicación de la revista.
Entre ellos, el "Cura Gringo". De quien jamás supe el nombre verdadero. Se susurraba que venía de Tucumán. Cosa que después confirmaría cuando, ya en 1975 y lejos de Posición, una compañera me contó que el Ejército lo había capturado en el monte. Al parecer, el "Cura Gringo" (un hombre de más o menos cuarenta años, amable y bien parecido), organizaba grupos de apoyo al ERP entre los trabajadores de los ingenios azucareros. Según la versión que me trasmitió esta compañera, luego de torturarlo salvajemente, al cura gringo los militares lo habían crucificado, cabeza abajo. Para luego terminar con su vida acribillándolo a balazos.
Mujeres hermosas iban y venían por nuestra Redacción. La mayor parte de ellas de entre 18 y 24 años. Aunque de vez en cuando solía aparecer alguna cuarentona. U otras algo mayores, como Alicia Eguren de Cooke, bellísima y elegante en su madurez inextricable.
Las mujeres revolucionarias solían llevar el pelo apenas sostenido por una tira detrás, para que no molestara. O suelto, aunque sin peinar. A veces cortado casi al rape. Sabían todo sobre la Revolución Vietnamita y podían discutir mano a mano, con cualquier compañero de otros sectores revolucionarios o el propio, sobre las etapas históricas de la evolución social de la Humanidad.
Como también cantar, acompañándose con la guitarra, en deliciosos asados junto a los compañeros, algún tema de Violeta Parra. Desdeñosas de su atuendo, no podían ocultar, pese a sus manos ahora ásperas y su hábito de fumar Parissienes (el cigarrillo más fuerte) una belleza física que con frecuencia desataba tormentas sentimentales en el PRT.
Cuando esto ocurría -cuando alguien se enamoraba de la persona equivocada- se efectuaban reuniones de análisis partidario para superar la circunstancia. Este "error" (ocurrido con harta frecuencia en aquellos agitados, tórridos tiempos de militancia) podía ser, por ejemplo, que un compañero del sindicalismo legal se enamorase de una compañera que integraba un grupo de combate (obviamente fuera de la legalidad y precisamente por ello, que no debía ser conocida ni por su nombre verdadero ni relacionarse con actividades públicas).
O -aún peor- que el compañero de una militante de grado elevado se enamorase de una joven recién ingresada al partido. Y por tanto de una categoría inferior. Con lo cual se cometían dos trangresiones: una, poner en riesgo datos relevantes de la organización, que conocía el militante de mayor rango y ser infiel o abandonar a su compañera legítima, con quien había venido ascendiendo, paso a paso, por varios años, dentro del estricto sistema de promociones que ejercía el PRT.
Pues bien. Las cosas solían resolverse, generalmente. Aunque no sin dejar heridas sentimentales. Se convocaban tediosas y numerosas reuniones de las células que por una u otra razón efectuaban alguna actividad con los implicados. Y finalmente se elevaban las conclusiones a la Dirección del Partido. La cual debía fallar acerca del camino a seguir. Que en muchos casos era separar a quienes se habían dejado llevar por la atracción mutua, para resguardar la seguridad del Partido, no obstaculizar las tareas que triunfalmente se iban desarrollando para instaurar el socialismo en la Argentina. E incluso -se sostenía- en beneficio de los propios transgresores, quienes, de tal manera, recibían una lección de moral revolucionaria, la cual seguramente, si eran capaces de absorberla, contribuiría formidablemente con su propia auto construcción como Hombres y Mujeres Nuevos, objetivo esencial, para las vidas de los entonces militantes del PRT-ERP.
* Hugo Colautti murió a los 32 años, poco después, durante la noche del 23 de diciembre de 1975, combatiendo contra el Ejército durante el copamiento del Batallón de Arsenales 601 de Monte Chingolo.
(1) * Luis Alberto Fabbri, dirigente del partido comunista El Obrero. Secuestrado en 1977, junto a Catalina Juliana Oviedo de Ciuffo, Daniel Jesús Ciuffo, Luis Eduardo De Cristófaro, María Cristina Bernat, Julián Bernat, Claudio Giombini, Elisabeth Käsemann, Rodolfo Goldín, Mario Sgroy, Esteban Silvestre Andreani, Miguel Harasymiw y Nelo Antonio Gasparini. Trasladados y mantenidos en cautiverio en condiciones inhumanas en el centro clandestino de detención el “Vesubio” (Buenos Aires), donde además fueron sometidos a diversos métodos de torturas. En un reciente juicio por delitos de lesa humanidad, se tuvo por acreditado que "la noche del 23 al 24 de mayo de 1977, todas las víctimas fueron sacadas de ese ccd para ser asesinadas, en un operativo especialmente montado para ello por personal del Ejército Argentino, al cual se intentó dar la apariencia de un enfrentamiento, y luego los restos de las víctimas fueron dejados en la puerta del cementerio de Monte Grande, para ser inhumados como N.N".
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En 1973 Córdoba era una fiesta para los revolucionarios. Movilizaciones inmensas -cinco a diez mil personas, normalmente-, tomaban las calles casi todas las semanas, desde los primeros meses de aquel año.
Desde las victorias populares de 1969 y 1971 (Cordobazo y Viborazo), los cordobeses vivían un fervor constante que los hacía creer en la pronta llegada del socialismo al poder. Las elecciones de marzo de 1973 no hicieron otra cosa que confirmar tales expectativas. Obregón Cano -abogado de la izquierda peronista- y Atilio López, derrotaron tanto a la oposición interna como al radicalismo -segunda fuerza mayoritaria-, totalmente.
Cuando asumió Héctor J. Cámpora como presidente, Salvador Allende y Osvaldo Dorticos -mandatarios de Chile socialista y Cuba-, tuvieron un lugar preferencial en su palco. Dos días después Cámpora firmó el decreto de renovación de las relaciones de Argentina con Cuba, convirtiéndose así en el tercer país que se atrevía a contrariar la directivas estadounidenses.
La misma tarde de su asunción una inmensa multitud rodeó la cárcel de Villa Devoto, sumándose familiares de los presos y otros grupos simpatizantes de las guerrillas. Con unas cincuenta mil personas apoyándolos en la calle, los presos políticos comenzaron a controlar la cárcel. Abal Medina -enviado por el presidente Cámpora, junto a diputados montoneros- habló a la multitud, tratando de calmarla con la promesa de liberación de todos los presos políticos. Pidió, como lo había hecho ya uno de los diputados justicialistas, que se desconcentraran: pero no obtuvo resultados. Inmediatamente después, desde los muros de la cárcel donde estaba detenido, habló con un megáfono el dirigente del ERP Pedro Cazes Camarero, diciendo todo lo contrario: que no se fueran, hasta arrancar a todos los presos políticos de las cárceles argentinas.
A las 20:45 Cazes Camarero y Fredy Ernest, de Montoneros, hablaron con la multitud diciéndoles que habían dado 40 minutos de plazo a las autoridades para que expresaran una definición. A las 21, Abal Medina volvió a comunicarse con ellos para anunciar que la liberación sería esa misma noche. Mientras en la Casa Rosada se preparaba un decreto de indulto, en la cárcel se levantó un acta, haciendo constar que los presos eran liberados bajo responsabilidad de los siete diputados presentes. Los militantes comenzaron a salir del penal, junto con buena parte de los presos comunes, que aprovecharon la confusión para escaparse. La liberación de presos políticos se realizó también en algunas cárceles del interior del país, donde, con matices, se vivieron situaciones parecidas.
En tanto, cada día de mayo, abril y junio se movilizaban multitudes en toda la Argentina, celebrando la maravillosa democracia. Obtenida con la lucha del pueblo en las calles y sus guerrillas juveniles hostigando permanentemente al Ejército y la Policía por entonces al servicio del capitalismo local y sus patrocinantes extranjeros. La revista Estrella Roja, del ERP (hasta entonces prohibida), comenzó a venderse por miles en los kioscos de todo el país. El presidente de Cuba, Osvaldo Dorticós, celebró junto a los revolucionarios argentinos el aniversario del Cordobazo. Junto a los dirigentes gremiales de izquierda y autoridades gubernamentales, encabezaron un gigantesco acto en la capital de Córdoba, el 29 de mayo de 1973.
La delegación chilena -por entonces con un gobierno socialista-, también se trasladó a Córdoba. Este país veía en nosotros un potencial aliado ante el avance de las fuerzas derechistas.
Enviado por nuestros corresponsales del MIR Chileno, Posición, en febrero de 1973 publicaba un análisis de la situación política que señalaba lo siguiente:
"La clase trabajadora chilena hasta el momento, sólo ha conquistado el poder ejecutivo, algunos puestos dentro del Estado burgués y algunos sillones en el Congreso. Todo el resto del Estado aún está en manos de la burguesía." Y más adelante: "la clase obrera tendrá que aplastar a la burguesía y conquistar el poder o la burguesía derrocará al gobierno de la U.P. para luego aplastar al pueblo a sangre y fuego".
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El centro neurálgico de la revista Posición era una bonita casa del barrio Güemes. Ubicada sobre una callecita en declive -si se la miraba desde el oeste, viniendo del Observatorio- o en ascensión, si se venía del Centro. La calle Brasil, tres cuadras más abajo, se unía con La Cañada. Arriba, se perdía en el horizonte hasta terminar chocando con la calle Río Negro.
Con techo a dos aguas y tejas, la casa había sido construida sobre una plataforma. Debido a lo cual había que remontarse tres escalones para alcanzar la ancha puerta de madera. Se ingresaba a un vestíbulo, limitado por otra puerta, cancel. Atravesando ésta se arribaba a una recepción, donde se había intalado un escritorio, con teléfono y una canasta para recibir las colaboraciones periodísticas.
A su izquierda, una cómoda sala, sobriamente amoblada, constituía la Dirección. (Forzando su cortina de tablas iban a ingresar en octubre los policías, sin necesitar hacerlo con las ventanas interiores, que permanecían abiertas.)
A la derecha, la Redacción propiamente dicha: una extensa sala -la más espaciosa de la construcción-, con una larga mesa en el medio, dos mesas de dibujo contra su pared izquierda, y otra mesa larga cruzada muy cerca de la ventana exterior, de tal modo que formaba una T con la mesa más larga. Entre ambas, un escritorio y una flamante máquina IBM (a la cual por entonces se llamaba "computadora"). Consistía básicamente en el teclado de una especie de máquina de escribir eléctrica cuya tipografía se cambiaba con "bochas" metálicas. Conectada a una alta y rectangular caja metálica, con una boca, por donde salía, impresa con láser sobre papel fotográfico, una tira con las columnas de texto.
Quienes efectivamente trabajaban en la revista, además de Julio, eran el "Gordo" Torri -un estudiante de arquitectura, diagramador-, Alicia y Quico (Quico, de 19 años, era hijo de Pettigiani, Alicia, de 18, su novia). Y Alfredo Ferreyra, quien se ocupaba de las cuestiones contables. Además de ellos, Nelso y Julio, quienes con Quico y Alicia (no Alicia Wieland, sino otra) residían, además, en aquella casa. La parejita pernoctaba bastante incómodamente en un sofá instalado en la Biblioteca -la habitación siguiente, hacia atrás, a la Redacción-. Nelso y Julio ocupaban la habitación más grande, aledaña a la biblioteca y la última antes de un patio bastante ancho, donde había plantas de naranja, mandarina y pomelos.
Ellos formaban parte de un equipo más numeroso, que abarcaba tareas en lo que se denominó "Prensa Legal Partidaria". Estaba consituido -además de los ya mencionados-, por el psiquiatra Eugenio Pettigiani -quien figuraba como Director de la revista Posición-, César Argañaráz -jefe de la Corresponsalía del diario El Mundo, la cual funcionaba en una cómoda oficina en el mismo edificio y arriba del diario La Voz del Interior-, Ana y Alicia (Wieland), el "Negro" Laje, Roberto Campbell, y "El Pata", un joven correntino, todos ellos editores de la revista Patria Nueva.
Los salarios de cada uno de estos periodistas se fijaban en reunión con todos los miembros. Donde cada quien debía expresar cuánto era lo mínimo que necesitara para subsistir dignamente. Luego de discutirlo brevemente se aprobaban, generalmente sin mayores trámites.
A poco de llegar -invierno de 1973-, Julio debió hacerse cargo inesperadamente, asimismo, de la diagramación. El Gordo Torri había cometido un error fatal: varias páginas salieron impresas de un modo equivocado (por ejemplo, la página 23 había sido impresa en el reverso de la 8, y así sucesivamente). Lo cual provocó grandes dificultades para la lectura de aquel número, que ya había sido distribuido en la mayor parte de sus cinco mil ejemplares. Torri fue sancionado destinándolo al Frente Universitario del PRT (los militantes del PRT detestaban el ambiente estudiantil, se ansiaba, en cambio, la actividad política en las fábricas, sindicatos o barriadas obreras).
Otra novedad se produjo al incorporarse la computadora al proceso de composición (hacia el mes de septiembre). Lili -una joven militante del Frente Peronista Revolucionario- se incorporó al equipo como tipeadora.
Esta modernización se fue aplicando de modo paulatino. Al principio, se armaban los originales y se imprimían con offset únicamente los suplementos. Finalmente toda la revista iba a ser editada e impresa con el sistema offset. Pues el partido se avino a adquirir una gigantesca impresora con este nuevo sistema.
Para que nuestros lectores entiendan la diferencia, lo explicaremos. El offset eliminaba etapas, puesto que con aquellas tiras de papel que salían de la IBM se armaban directamente los originales, sobre una gran cartulina, donde solían configurarse, de a ocho, las páginas. Este era el tamaño de las planchas metálicas que luego, por un proceso efectuado con negativos fotográficos y laser (también el PRT debió comprar los equipos necesarios para ello) se grababan sobre delgadas planchas de aluminio para su impresión final.
Pues bien, a lo largo de este proceso, el trabajo de Posición terminaría recayendo únicamente en Julio y Lili. La primera tipeaba todo el material periodístico (en muchos casos redactado también por Julio). El santiagueño debía cortar y armar luego, las columnas, con las tiras que iban saliendo de la máquina. Construyéndolas sobre las cartulinas junto a fotografías que recortaba u obtenía de otras publicaciones, enmarcándolas en recuadros que dibujaba con tinta china y modelando los títulos con Letraset. Julio sustentaba gran aprecio por la diagramación de la revista Crisis, considerando que revolucionó la Gráfica. La adoptó, pues, como un modelo, desde el momento mismo en que re diseñó y comenzó a diagramar Posición.
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-Así que vos sos el "ahijado" de Antonio- le dijo un hombre maduro a Julio apenas lo vio. El santiagueño lo observó sin contestar. Eran los primeros días de agosto, como a las ocho y media de la mañana. Acababa de regresar de Santiago, adonde había viajado para buscar algunos de sus libros. Encontró al llegar a un grupo como de diez personas, hombres y mujeres, entre ellos el que le había hecho esa observación. No conocía al tipo. Medio rubio -con aquel pelo casi pelirrojo, seco-, bigotazos barcinos (luego sabría que de tanto fumar), era más bien bajo; vestía -obviamente- camisa y pantalón de Grafa.
-¡No te enojés!- chanceó el desconocido, ante la mirada oscura de Julio: ¡yo también soy santiagueño!
Lo era. Se trataba de César Argañaráz, aunque nacido en Córdoba, descendiente de antiguas familias, entre ellas, los Lescano.
Julio no sabía quién era Antonio y lo sorprendió el escuchar que, en algún estamento del PRT, él tenía un "padrino". Se dio cuenta, sin embargo, que debería trabajar fuerte para aventar los celos de viejos militantes. Algunos de ellos iban a verlo como un "paracaidista", entrando por la ventana a un espacio de vital importancia para la política revolucionaria.
Era comprensible. Apenas llevaba algunos meses relacionado con el PRT. Su categoría era la mínima: "contacto organizado". Entraba en relación cotidiana, pese a ello, con casi todos los "pesos pesados" quienes, por una u otra razón debían concurrir frecuentemente a la revista. Y, por su función periodística, con algunos íconos de la izquierda, como René Salamanca, el Negro Villa de Perkins, El Negrito Castello, Jaime, Silvio Frondizi, Alicia Eguren, en fin...
El 19 de agosto de 1973 Julio cumplió 24 años. Y en los primeros días de septiembre realizó su primer aporte de relevancia. Hasta el momento se había ocupado de efectuar entrevistas -como a la Delegación Comercial cubana, que había venido a negociar un promisorio intercambio con la poderosa ciudad industrial que por entonces era Córdoba, o la Comisión Interna del SMATA, Tosco, etcétera. Y escribir artículos medianos y largos, algunos de ellos, cuando resultaba pertinente, con su firma. Debido al problema de diagramación ocurrido con el número 7, tuvo que asumir esa responsabilidad, como se dijo, en lugar de Torri.
Preparado en Artes Plásticas desde su infancia, se dijo que para lograr algún impacto gráfico en aquel tamaño más bien chico y con recursos desactualizados, debía apelar a un re diseño contundente. El linotipo -como se describió más arriba-, era extraordinariamente inferior al offset: las fotografías solían aparecer punteadas, además de que cada imagen encarecía sideralmente la edición. El offset, en cambio, literalmente eliminaba el costo de las fotos (y el de los operarios que solían crearlas artesanalmente) llevándolas a una calidad casi tan perfectas como las originales.
Como se aproximaba el aniversario del asesinato del Ché Guevara, propuso ilustrar con su foto la tapa. Al recibir aprobación la diseñó así: fondo blanco. Una sola foto, grande, la cabeza del Ché (la famosa foto de Korda) "quemada", como se llamaba entonces a los clissés donde se habían eliminado prácticamente los grises. Arriba, las letras con el título de la revista, chorreando pintura, grandes, en rojo. Y abajo, un sólo título, también en rojo. Nada más.
La tapa tuvo un éxito extraordinario.
El resto de la revista quedó, también, impecable. Julio había dividido los artículos largos, extrayendo sus párrafos destacados y colocándolos en recuadros. Para garantizar la edición había viajado varias veces a la imprenta de Oncativo, donde controló meticulosamente el tipeado con la linotipo. Se había quedado hasta el anochecer del último día revisando y corrigiendo las pruebas de imprentas, para la tirada final. El lanzamiento de ese número de Posición había coincidido con un lapso en que se efectuaban varios encuentros políticos. Entre ellos el Encuentro Internacional de Periodismo, donde Posición participaba, asimismo, como uno de sus organizadores. La edición de 5.000 ejemplares se agotó en pocos días. Nelso quedó muy impresionado.
Pocos días más tarde, luego de una extensa reunión con "notables" como El Vasco, Bigote, El Zorro, "El Tuerto Abel", Bischoff, Reyna, La Negra (de quien más tarde Julio sabría que era la esposa de César: una de las tantas "negras" blancas) Quico le dijo que lo llamaban a la Dirección. Solamente habían quedado Pettigiani, El Vasco y Nelso. Le explicaron lo que habían decidido. Puesto que se hablaba mucho de "fascismo" -por el surgimiento de aquellos grupos de ultraderecha en el peronismo-, el "bonapartismo" de Perón y algunos rasgos corporativistas de su política, Posición debía explicar con claridad a sus lectores qué era el fascismo. ¿Era posible un nuevo tipo de fascismo en América Latina? ¿Perón era fascista? ¿Corría riesgo de convertirse en un fascismo sui generis el peronismo argentino? Todos aquellos interrogantes se habían planteado en la reunión. Y como no hallaran respuesta clara, se comprendió que era necesario indagarlos. Se había decidido, entonces, publicar un suplemento especial, sobre el fascismo. Luego de haberse retirado los dirigentes del FAS, Nelso, Pettigiani y El Vasco, dirigentes del PRT, habían decidido encomendarle aquella tarea.
-¿Te animás a hacerlo? -inquirió Nelso.
A Nelso nadie podía decirle que no. Era tan amable, tan, incluso, tierno en su relación con los compañeros... Pese a ello, por algunos segundos Julio vaciló. Era un trabajo delicado... Bajó la cabeza. Después, sencillamente, contestó:
-Sí. Lo haré.
Debido al nacionalismo peronista de su familia Julio conocía mucho sobre el fascismo. Particularmente el alemán. Su abuelo le había regalado, incluso, una voluminosa biografía de Rommel, cuando cumplió 8 años... por saber que al niño le interesaba con avidez el desempeño alemán durante la 2ª Guerra. Etcétera.
Mas sobre el análisis marxista acerca del fascismo no sabía prácticamente nada...
Esa misma tarde fue al centro en un R4 que había disponible y compró Socialismo o fascismo, dilema latinoamericano, del sociólogo brasileño Theotonio Dos Santos, libro editado en 1972. La elección resultó providencial.
Todo ese fin de semana lo pasó leyendo meticulosamente aquel libro. Iba al parque Sarmiento, tempranísimo, buscaba el banco más aislado de aquel lugar paradisíaco. Y se zambullía en el texto. La noche del sábado, se encontró por casualidad con Abel, a quien apenas conocía por haber visto un par de veces en Posición o el FAS. Era un médico, que solía usar el apellido Potzlasky. Debido a lo cual Julio supuso que podría ser de origen eslavo. A sus espaldas, solían criticarlo: "es un intelectual de laboratorio", deslizaban. Como ya se dijo, el obrerismo y "la práctica" estaban a la orden del día en el PRT. Julio creía que Abel debía pertenecer a uno de aquellos pequeños partidos trotzkistas que abundaban en el ámbito del FAS. Eso también le agradaba. Admiraba a Trotzky, en gran medida por su maravillosa habilidad literaria. Abel hablaba mucho y con gran conocimiento, de todos los temas relacionados con el marxismo. Esa noche habían ido a ver a Los Olimareños, que tocaban en un anfiteatro muy bonito de la Ciudad Universitaria. Abel había concurrido con su novia. Era una muchacha flaca, muy blanca -como él-, un tanto lánguida. La pobre casi no pudo introducir una palabra. Su novio y el santiagueño se la pasaron hablando sobre el fascismo, su interpretación marxista y las perspectivas de su vigencia en América Latina.
El domingo Julio comenzó a escribir un extenso artículo, que finalmente resultaría casi un pequeño libro. El lunes lo terminó.
En él consignó las conclusiones a que llegara: "el fascismo es ecléctico" fue una de las frases que extrajo como epígrafe posteriormente para la diagramación. Mas, para su satisfacción, Theotonio Dos Santos lo había consolidado en su intuición de que "el fascismo no era posible en América Latina". Ergo, Perón no podía ser fascista... Nadie, salvo un esquizofrenico, puede dar vuelta sus ideas y convertirse en enemigo de lo que antes amaba... De hecho, Julio seguía amando a Perón, y lo combatía ahora, políticamente, sin dejar de guardarle un afecto como de nieto rebelde...
"El fascismo no es posible en América Latina"... decía pues en una de sus conclusiones aquella monografía. "Pues una de las características fundamentales del fascismo, es su vocación imperialista..." Ningún país latinoamericano estaba en condiciones de ser imperialista. El Peronismo jamás se había planteado propósitos imperialistas -ni la realidad económica y estructural de su país le permitía planteárselas-: ergo, el Peronismo no era fascista...
Se volvió a reunir el Comité de Notables de Posición. Leyeron atentamente, por unas dos horas, el trabajo de Julio. Finalmente, mientras se retiraban bromeando entre sí, como buenos camaradas, Nelso le devolvió el trabajo mecanografiado.
-Está aprobado sin correcciones-, dijo, sonriente.-Puedes comenzar a armarlo. Lo imprimiremos en offset.
El folleto, de unas cuarenta páginas, primorosamente diagramado e impreso sobre un papel rugoso, color ocre-dorado, tuvo un éxito inmenso. La revista se agotó, mas no tanto por sí misma sino por aquél suplemento.
"Cuqui" Curutchet, un abogado del PRT que dirigía la por entonces "subversiva" Escuela de Trabajo Social de la Universidad de Córdoba, pidió mil ejemplares más para su alumnado. Entonces Nelso dijo: "imprimiremos otra tirada de cinco mil".
Así fue que la siguiente edición de El Fascismo circuló (esta vez en papel verde, pues se había terminado el anterior) despertando un debate espectacular en la izquierda cordobesa, particularmente la universitaria.
* Se trataba, en realidad, de Abel Bohoslavsky, del PRT, quien iba a salir del país durante la siguiente dictadura y participaría de la Revolución Sandinista en Nicaragua.
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El FAS (Frente Antiimperialista por el Socialismo) tenía su local en la Avenida Maipú entre Libertad y Oncativo. Muy cerca del centro de la ciudad. Era una casa bastante espaciosa, con un gran patio al medio y varias habitaciones. Cada una de ellas funcionaba como "sede" para algún área de la actividad: Villas, Sindicalismo, Prensa, Salud, etcétera. Nutridos grupos de jóvenes entraban y salían, se entrecruzaban en el patio central, o los pasillos que conectaban las cuatro habitaciones enfrentadas que daban a la vereda.
Grandes carteles con la imagen del CHE, pintadas en las paredes, mate y bizcochos circulando por decenas entre las manos jóvenes que preparaban las pancartas para la próxima movilización o abrochaban los boletines informativos de cada sub agrupación.
Frecuentemente algún personaje destacado -Alicia Eguren, Manuel Gaggero- concurría y se suscitaba un revuelo. Armando Jaime aparecía en medio de un nutrido grupo de hombres con rostros aindiados y una multitud llenaba el local para escuchar sus palabras. A veces, venía el Negro Arroyo, carismático dirigente del Frente Revolucionario Peronista jujeño.
Juan Carlos Arroyo, muy joven por entonces, poseía el don de la elocuencia. En el primer encuentro masivo del FAS de Tucumán, fue el orador más celebrado. Incluso más que Agustín Tosco, quien en aquella oportunidad rechazó el ofrecimiento que se le había hecho de competir por la presidencia con Perón. Se dijo que presionado por el Partido Comunista, el cual repudiaba a la guerrilla y proveía de una custodia armada al dirigente cordobés de Luz y Fuerza. Pues bien, Arroyo, para muchos, debía haber sido el candidato elegido, en lugar de Tosco-Jaime, como se promovió la fórmula.
Nadie suponía que se le iba a ganar a Perón las elecciones de septiembre de 1973 -convocadas luego del golpe institucional de derecha que derribó a Cámpora. Se trataba de una participación testimonial. Las multitudes de jóvenes que habían migrado hacia el FAS debido al rápido deterioro del peronismo, buscaban una expresión de izquierda que permitiera garantizar desde las urnas cierta pervivencia de las ideas defendidas por una gran parte de la población desde El Cordobazo para acá. Arroyo era el líder carismatico que se necesitaba -sostenían numerosos jóvenes dirigentes del FAS. Por alguna razón -que el autor de estas notas no conoce- su candidatura, finalmente, no cuajó. Pero ello no evitaría que fuese, siempre, el líder más aplaudido, el que encendía el fervor de las multitudes cada vez que tomaba el micrófono en las grandes movilizaciones de aquel periodo.
Cada fin de semana se organizaban Peñas Populares en el FAS. Allí solían destacarse como cantores "Lucky" Gómez, un santiagueño que fuera fundador del Grupo SER en su provincia, antes de viajar a Córdoba para estudiar Medicina. O Martín Federico, un abogado que había estado preso en Rawson junto con Agustín Tosco y Mario Roberto Santucho.
A veces, cuando la concurrencia se calculaba multitudinaria, las Peñas del FAS solían trasladarse a algún Club Deportivo de las inmediaciones, alquilado.
Con frecuencia se proyectaban películas. Como El Traidor, de Raymundo Gleyzer -también conspicuo integrante del FAS-. O clásicas, como La Batalla de Argelia, Estado de Sitio -de Costa Gavras- o El Cóndor Pasa.
El famoso escritor Haroldo Conti -Premio Casa de las Américas-, era otro de los prestigiosos integrantes del FAS.
Un conjunto de Teatro -LTL, Libre Teatro Libre-, integrado por agraciadas muchachas y muchachos, se había hecho famoso en todo el país por sus representaciones callejeras.
Este semillero de conciencia popular iba a tener su eclosión más influyente cuando, en junio de 1974, efectuara su gigantesco Congreso Nacional de Rosario, adonde algunos participantes consideran que hubo hasta 25.000 jóvenes revolucionarios.
Continuará
N. del A.: se aceptan contribuciones de los protagonistas, otros datos o correcciones. Pueden consignarlos aquí mismo o por medio de un email: julio.carreras@gmail.com
Notas:
Más sobre Nelso Del Vecchio.
Más sobre Alicia Wieland.
Más sobre César Argañaráz.
Sobre el FAS
Sobre el PRT
Sobre el ERP
Sobre la Triple A
Las imágenes de la revista Posición provienen del archivo de El Topo Blindado.